Vivimos en el mundo del demasiado pero no suficiente;
del acceso inmediato a placeres ilegales
pero legítimos como antídoto.
El mundo de la violencia sin reparos, sin límites,
sin quizás otro resultado posible más que el de una lenta perpetuación.
El mundo del placer compulsivo, sin medida,
fuera de cualquier lógica.
dale al play...
El mundo de la búsqueda del vértigo,
dale al play...
que nos lleva al encuentro
del cielo o del infierno en vida.
El mundo de la belleza degenerada del vacío,
que conforman nuestras ilusiones perdidas,
nuestros sueños incapaces.
El mundo donde las intenciones son inmensas,
pero las acciones diminutas.
Cada cual posee su caja de resonancia
que revela las heridas hundidas en su alma,
en nuestros ojos muertos se reflejan las sombras
de aquellos que nos han fallado,
criticando su culpa, eximiéndonos de la nuestra.
El mundo de las palabras mentirosas
que buscan esconder esa comunicación no verbal que intenta delatarnos...
...para qué soñar, si luego lloro y no puedo soportarlo.
La vida se perfila demasiado opulenta y nebulosa,
para dejar sitio a nuestros sueños, a nuestras ilusiones.
Vivimos sedientos y hambrientos de creencias y prejuicios,
valoramos escondiéndonos en estereotipos
valoramos escondiéndonos en estereotipos
que nos conducen a obrar como necios,
incluso a sabiendas del daño que causamos.
Este mundo y su sistema de dominación
nos conduce a la degeneración del propio sistema,
que se devora a sí mismo,
como el Laocoonte a sus hijos.
Los muertos son sólo números,
mientras contamos nuestros billetes;
cada vez somos más lo que tenemos,
cada vez somos menos lo que sentimos.
Los principios son el papel
con el que limpiamos nuestra mierda,
mientras exigimos su cumplimiento al vecino,
obligándolo a que recicle los suyos,
convirtiéndolos en los nuestros,
para que su mierda no nos salpique.
Nos maltratamos, nos engañamos,
intentando encontrar una coherencia que no nos raje las entrañas,
mientras pensamos una cosa, decimos otra, hacemos la contraria.
Aceptamos la represión de quienes se encuentran por encima de nosotros,
sin considerarla violencia, por miedo a nombrarla y que nos golpee,
porque si no la nombramos, creemos que no duele.
El mundo nos engaña,
protegiéndonos de las consecuencias de nuestros errores,
antes incluso de cometerlos,
traicionando nuestras vidas, que dejan de ser nuestras.
La transgresión deja de tener sentido
si copula con el engranaje de la explotación
profundizando en la ideología de la incompetencia.
La curiosidad ha dejado de mover el mundo,
aterrizando en Marte,
porque la gran mayoría de las personas
solo se preocupa de guardar sus apariencias...
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