¿Hay vida más allá de la llamada Educación pública y privada?
De hecho, es ahí donde está la vida. Entendiendo por educación pública y privada lo que normalmente se entiende, es decir: colegios públicos y privados. Y es que la vida no puede prosperar en los colegios, que son instituciones concebidas para formar, es decir, para normalizar, para fabricar ciudadanos que encajen en el orden establecido. Los colegios son —como decía A. S. Neill— antivida. Los niños que logran escapar, que logran salir de ahí con algo vivo dentro de ellos, lo hacen a pesar de la escuela y no gracias a ella; en otras palabras: son fallos del engranaje. Aunque por supuesto, los guardianes del orden pueden permitirse un cierto porcentaje de fallos: el mismo porcentaje que durante el período escolar han ido vendiendo como "atención especializada", "refuerzo", "adaptación curricular" y demás, y que pasado el período de escolarización será víctima de otros engranajes normalizadores con los que tendrá que batallar.
¿Qué hacer si la Educación la dirige y programa un Wert o una Junta de Andalucía con una programación y unas ratios al servicio del mercado?
Cualquier cosa que queramos hacer en el sentido de liberar al ser humano de la opresión, darle herramientas para que pueda vivir en libertad, desarrollarse de modo armónico, aspirar a una vida feliz... tenemos que hacerlo fuera del sistema y contra el sistema. Y cuando digo el sistema, me estoy refiriendo a los engranajes que actúan para mantener los privilegios y el poder de los Amos del mundo, engranajes que funcionan en múltiples terrenos: económico, político, mediático, educativo, sanitario... Sé que algunos piensan que se puede luchar desde dentro —yo mismo pasé por esa etapa— pero en estos momentos no lo comparto: treinta años de experiencia incrustado en las instituciones educativas de eso que estamos llamando sistema me dicen que es capaz de absorber los mínimos cambios que pueden hacerse desde dentro y utilizarlos en su provecho. Así que cualquier cosa que queramos hacer a favor de la gente, implicará necesariamente oponerse radicalmente a esos mecanismos, en todos los terrenos.
Sin embargo, la izquierda tradicional tiene una causa histórica: la defensa de la educación pública para que ningún hijo de la clase trabajadora se quede fuera del sistema educativo. Parece, en buena medida, una conquista dentro del engranaje del capitalismo que es incuestionable y de ahí las mareas verdes.
Sería una conquista si el sistema educativo tuviera como objetivo —o al menos como efecto secundario— liberar a la persona, pero puesto que lo que hace es atarla, modelarla, normalizarla, disciplinarla, cerrarle puertas... quien únicamente puede estar interesado en un sistema educativo para todos es evidentemente el poder. Esto es tan obvio que resulta escandaloso que la izquierda no lo haya visto... ni quiera verlo. Es un calco de lo que sucede en la sanidad —en este caso las mareas son blancas, pero cumplen idéntica función: conseguir que el modelo médico dominante llegue a más gente, idealmente, a todos los ciudadanos. De hecho, son mecanismos de poder que se complementan: el educativo y el sanitario, e incluso se superponen en determinados fragmentos del arco vital, en particular, el momento más peligroso para el poder, es decir, el momento en que se sientan las raíces del individuo, la etapa crítica que abarca embarazo-parto-primeros años. En esa etapa se concentran con especial intensidad dispositivos educativos y sanitarios, y es en esa etapa donde debemos considerar prioritaria la intervención crítica. Y no nos faltan personas que han dedicado sus vidas precisamente a señalarnos el camino a seguir para que nuestros hijos y nietos recuperen lo que de humanidad hemos perdido nosotros: Wilhelm Reich, A. S. Neill, Michel Odent, Frederick Leboyer, John Bowlby, Alice Miller, Ivan Illich, Henry Laborit, Casilda Rodrigañez, Ana Cachafeiro, Xavier Serrano...
¿Qué le dirías a las personas que desde la izquierda institucional no ven otra alternativa que la defensa y mejora de la actual educación pública, y que todo lo alternativo lo ubican dentro de la bolsa de colegios privados?
La izquierda institucional está al servicio de las instituciones, o lo que es lo mismo, del orden establecido. Dicho de otro modo: no espero nada de ella. En cuanto a la cuestión de fondo, es decir, a la disyuntiva público-privado, yo lo considero un falso debate que, como sucede con todos los falsos debates, tiene la misión de esconder el auténtico debate, el que nos interesa si realmente queremos luchar por una educación liberadora. Si queremos empezar a construir de verdad otro mundo, la pregunta no es en absoluto ¿educación pública o privada? La pregunta es ¿educación para la libertad o educación para la sumisión? No tiene ningún sentido quejarse de la inacción absoluta que impera en los tiempos que corren, de la incapacidad para la rebeldía y la solidaridad, y al mismo tiempo dejar intactas las instituciones que operan para alimentar las raíces de la sumisión, que es lo que hace el debate público-privado en el que no se cuestiona el modelo educativo, del mismo modo que el debate sanidad pública-privada no cuestiona en absoluto el modelo médico dominante. Peor aún, la educación pública y la sanidad pública llevan esos modelos normalizadores a toda la población. Y en el otro extremo, la única posibilidad en el contexto actual de acceder a un centro educativo alternativo es la vía privada, del mismo modo que para acceder a un médico alternativo hay que salirse de los cauces de la sanidad pública.
Es algo así como admitir que si el mundo va a tardar más de lo que creíamos en cambiar sus estructuras de base, construyamos espacios autónomos (de salud, de educación, de energía...) al margen del régimen.
El mundo no va a cambiar por sí sólo. Lo que hace falta es gente capaz de cambiarlo. Y eso supone empezar por las raíces, por entregar —como decía Reich— las herramientas necesarias a los niños del futuro, de modo que tengan la capacidad para construir otra sociedad. Así que la respuesta es sí: construyamos espacios autónomos por pequeños y modestos que sean, y luchemos para ampliarlos, para extenderlos, para interconectarlos y fortalecerlos. Lo que surja de ahí es imprevisible, pero es que la vida es imprevisible, y esa es la gracia de luchar contra un sistema que lo tiene todo previsto, fijado, organizado, clasificado, definido, y en definitiva, muerto.
Dentro del paraguas de Escuela Libre hay varias formas de entender la educación... escuela en casa, siguiendo la metodología de pedagogías como Montessori, Waldorff, o lo que conforma el movimiento libertario en Paideia, etc..
Hay que tener cuidado con el término "escuela libre". Creo que se mete en ese paraguas a toda clase de escuelas que simplemente no siguen los parámetros oficiales, pero eso no quiere decir en absoluto que sean libres, entendiendo por libres que educan para la libertad y tomando como paradigma la escuela de Summerhill, fundada hace un siglo y que hace trece años ganó la batalla definitiva por el derecho legal a su independencia. En ese sentido, es decir, en el sentido de ser una escuela no atada al sistema y en la que se educa en libertad y para la libertad, creo que hay más bien pocas escuelas. Desde luego los métodos Montessori y Waldorf no lo son; el movimiento libertario o anarquista se acerca mucho más, pero con matices, y una multitud de escuelas que se autodenominan libres mantienen organizaciones verticales en las que se deja muy poco espacio a los niños para ejercer esa libertad que luego no se sabe muy bien cómo conquistarán puesto que no la han vivido en su día a día. No olvidemos que la misma escuela del sistema está inundada de documentos, declaraciones, programaciones, planes de centro, leyes, disposiciones, decretos, instrucciones... en los que —con un cinismo absoluto— se ensalza la libertad, el espíritu crítico, la creatividad... o sea justo lo que se pisotea con el quehacer cotidiano desde las criminales guarderías de cero años, pasando por la primaria, la secundaria, el bachillerato... y poco queda por hacer en la Universidad donde los chavales llegan sin saber leer, ni escribir, ni pensar.
Fuera del sistema convencional hay dificultades prácticas, cómo educar en casa a los niños si los padres deben ir a trabajar o cómo llevar a un chiquillo/a a un colegio con otra metodología si el más cercano está a 400 km de casa o cómo hago para pagar en plena crisis la mensualidad que supone salirse de la esfera pública...
Claro, cualquier cosa que queramos hacer fuera del orden será mucho más difícil en todos los ámbitos, porque el orden hace lo posible por cerrar esos espacios, amurallar las vidas, acotar su territorio y mantenerlo bajo vigilancia. Yo he tenido enormes dificultades con mis hijos: dos de ellos entraron en el sistema muy a pesar mío al empezar la etapa obligatoria y se pasaron la primaria y sobre todo la secundaria tropezando constantemente con la incapacidad de sus maestros para conectar con su espontaneidad, con su indisciplina, con sus inquietudes. Y ahí me veías recibiendo las quejas de su tutor porque "no para de hacer preguntas". El más pequeño está escolarizado por orden judicial tras una larga batalla que aún no ha terminado en la que empezaron por acusarnos ¡de un delito de abandono! Como te he dicho, esta claro que en estos momentos tenemos que pagar lo alternativo, en educación o en salud. Estamos a años luz de una ley como la recientemente aprobada en Nicaragua que ofrece cobertura pública a la medicina moderna, las medicinas tradicionales y una buena cantidad de terapias naturales. No es lo ideal, pero no cabe duda de que es un avance que ojalá se extendiera por el planeta —cosa que desataría las alarmas de la Farmafia, claro. Pero dista mucho de ser ideal porque no entra en el problema de fondo, no cuestiona el modelo médico dominante. En educación esto sería impensable, porque cualquier intento de construir un sistema educativo que de verdad se propusiera formar ciudadanos libres chocaría frontalmente con el sacrosanto principio de la educación obligatoria, una de las conquistas claves de los Amos del mundo.
Parece una evidencia que más y más grupos van surgiendo en distintas ciudades con familias que aparecen dudando, preocupadas por el sistema educativo y buscando cosas diferentes...
Pues afortunadamente, sí. Por ejemplo, miles de familias se niegan a llevar a sus hijos a la escuela y sólo una minoría está teniendo problemas legales. Aquí y allá surgen pequeños proyectos de escuelitas alternativas de todo tipo, y ello a pesar de las enormes dificultades legales que evidentemente están pensadas para impedirlo o al menos dificultarlo. Pero la conciencia crece, se extiende, al calor de otras alternativas vitales, económicas, políticas, filosóficas, sociales. Y eso reconociendo que queda mucho por hacer, empezando —y es lo que más me preocupa— por la propia gente crítica, no ya la izquierda institucional que mencionabas antes, sino la gente "antisistema", la gente que busca otros modelos de organización, otras formas de vida, de relación, de trabajo: esa es la gente a la que considero prioritario llegar, la gente que tiene que entender que la raíz de los problemas con los que batalla a diario está en el terreno educativo-sanitario que muy pocos cuestionan.
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