En el mundo de competición ultraliberal de Rand nuestras posibilidades de sobrevivir serían menores que una pareja de humanos en la época de los dinosaurios.
Su nombre real era Alisa Zinovievna Rosenbaum: toda una profesional del resentimiento ruso. El hecho trascendental que cambió su vida fue que los malvados bolcheviques le quitaron la farmacia a su padre – su conocimiento de drogas al parecer era muy abundante - y, a raíz de ello, decidió emigrar a Estados Unidos para abrazar el capitalismo con todas las ganas posibles.
Rand tuvo que aplicarse como nadie. Primero, se dedicó a escribir una serie de obras de ficción en las que de forma muy didáctica se cagaba en la revolución rusa – ‘Los que vivimos’, o el guión de cine ‘Red Pawn’ – pero fue con sus siguientes trabajos con los que el capitalismo laissez faire más ultraliberal no tuvo más remedio que decir “¡Déjame un par de minutos para recargar el rifle!”. Esas obras fueron ‘Himno’, ‘El Manantial’ y, por encima de todas ellas, ‘La rebelión de Atlas’ (una reciente encuesta desveló que este último libro era considerada, por la población americana, como “”El libro más influyente en mi vida, sólo superado por la Biblia”).
Lo que de verdad hizo que esas obras arrasasen no fue su calidad literaria – Penguin Classics, durante años, se negó a publicarlas alegando que “aquello no tenía la calidad literaria mínima exigible”, sino que, conforme Rand llenaba cientos y cientos de páginas, iba creando una filosofía especialmente diseñada para triunfar en USA: El objetivismo.
Ayn Rand planteó su obra literaria como la ilustración de un sistema filosófico, leyendo a todo tipo de filósofos, -la falta de móviles, internet, series, etc. dejaba mucho tiempo en aquella época- creado a su imagen y semejanza, llamado Objetivismo. La grandeza de esta filosofía es, en esencia, la misma que la de la religión mormona: tomando elementos extranjeros como punto de partida, vamos a organizar un pastiche delirante y mongólico que esté diseñado a medida para Estados Unidos. El Mormonismo fue una excelente y divertida adaptación del Cristianismo de la cual lo único que me sorprende es que NO lograse ser la religión hegemónica del país. El Objetivismo, por su parte consistía en elaborar, partiendo principalmente de Aristóteles, Nietzsche y… oh sorpresa, Marx, algo que sonase a “gran filosofía” – ya saben, usando de cuando en vez palabras como ontología, epistemología y similares – pero que, en el fondo, dijese cosas muy elementales fácilmente asumibles por el americano medio: un ser intelectualmente limitado pero que no quiere renunciar al goce tan francés de sentarse refinadamente en una cafetería mientras dice “si la existencia precede a la esencia…”.
Recordáis al estudiar filosofía en BUP, ahora supongo que será en la ESO, -creo que vuelven a meterla en el currículo, porque la habian quitado, que a nuestros políticos lo de que la masa piene no les mola nada,- que mentes como Kant o Descartes intentaban demostrar la existencia del mundo que percibíamos? Bueno, pues esta señora lo resolvió de una forma radical, con un axioma que entró de lleno en las grandes antologías del mongolismo: “La existencia existe”, que viene a ser como si te tatuas en tu mano "the last one: one water", para que cuando sales de fiesta y llegas al último garito, en vez de pedir una copa de garrafón, te pidas un agua. (bueno, esto último me parece mucho más razonable, porque tu hígado te lo agradecerá.)
Evidentemente, Rand, que no era tonta, sabía que para triunfar tienes que acuñar una frase que pueda estamparse en una camiseta... Por ello, tuvo que refinarla para poder competir con “Pienso, luego existo”, “Sólo sé que no sé nada” o “La razón crítica es una puta mierda”. Tras semanas de reflexión, Ayn se dispuso a conquistar el mundo con esta sentencia: “A es A”.
Este axioma decidía que las cosas son como son y que todos, utilizando la razón, podemos entender el mundo. Por supuesto, cada sentencia que esta señora se inventaba era un disparate cuajado de tal grado de falacias lógicas que tendría que escribir un post sólo para ella. Me gusta mucho cuando, tras afirmar que “La existencia existe” llega a que “la nada no existe” sólo para decir, una párrafo más adelante que “Una sensación es la sensación de algo, distinguiéndose de la NADA anterior y posterior”. Entendiste???
Pero lo fundamental del Objetivismo, lo que cautivó a tantos y tantos lectores de ‘El Manantial’ era algo terriblemente simple y atractivo: el egoísmo era el valor supremo a través del cual toda persona podría realizarse como ser humano. El altruismo, preocuparse por el prójimo y demás lindezas, eran el mayor mal al que la humanidad enfrentarse pudiera. Toda forma de control gubernamental era la manera en la que la masa “saqueadores” se aprovechaban de los logros del individuo genial. Sólo el capitalismo laissez faire radical – ahora neoliberalismo o capitalismo salvaje, convertido en precariado y si no puedes vivir porque los alquileres, la luz y los servicios básicos están muy altos y los sueldos muy bajos, PUES TE JODES PORQUE ES CULPA TUYA – era el único sistema en el que se respetase la dignidad humana. Luego claro, ni sanidad ni ostias, y si tienes, ya no digo un cáncer, si no una diabetes, y no tienes pasta gansa, pues pal hoyo, que seguro que es porque te lo mereces, pensaría Rand.
Evidentemente, era fácil entender por qué triunfó esta “filosofía”: sencillamente, se trata de apelar a lo más esencial de la condición humana. Cuando somos pequeños, somos unos capullos egoístas, de un narcisismo tan desbocado que pensamos que todo gira a nuestro alrededor. De pronto, llegas a la mayoría de edad y Ayn Rand, cruzándose en tu camino, te confirma que… ¡todo aquello que pensabas de pequeño era lo correcto! Con tal de que seas “lógico” entendiendo la realidad, tus ideas serán las correctas. “A” será “A” y no tendrás que comprometer, para nada, tu punto de vista con la chusma que te rodea. “Yo, en realidad soy un marginado por ser superior. Los mediocres a mi alrededor me hunden porque no pueden superar mi brillantez”.
“Ayn escribe muy claro: si no la entiendes es porque eres anormal o niegas la realidad”, decían los discípulos de la secta Objetivista. Alan Moore dice de su filosofía, el objetivismo “que era la fantasía infantil de una nazi. Totalmente risible”. Lo alucinante fue el grado de aceptación acrítica que un personaje absolutamente taladrado tuvo entre más de un freak. Sí, amiguitos, como en el mejor capitalismo del sueño americano, si eres un fracasado es porque quieres (o si estás en paro es porque quieres, o si…) en EEUU, a los pobres se les llama loosers (perdedores) obviando la parte de culpa que tiene el sistema y atribuyendo toda la desgracia del desharrapado, a su incompetencia a la hora de generar pasta.
“Hay dos novelas que pueden cambiar la vida de un chaval de catorce años que se dedique a devorar libros: ‘El señor de los anillos’ y ‘La rebelión de Atlas’. Una es una fantasía infantil que, normalmente, suele engendrar una obsesión enfermiza con héroes increíbles que termina degenerando en una madurez emocionalmente dañada y socialmente inválida, creando un ser incapaz de relacionarse con el mundo real. En la otra novela, por supuesto, hay orcos.” Cita del Premio Nobel de economía Paul Krugman.